Este fin de semana ha sido ciertamente interesante. He tenido la oportunidad de vivir dos primeras experiencias, a mis años quien lo diría. Me tienen un tanto perplejo y estoy todavía procesándolas. Escribo estas líneas para transmitiros impresiones desconectadas.
La primera fue el primer partido de mi mayor, que con cinco añitos ya está en un equipillo de futbol aquí en Salesianos. La segunda el musical Mamma Mía que tuve la oportunidad de disfrutar el sábado por la noche. Y sí, nunca había estado en un partido como padre; y sí, nunca había ido a un musical.
En el futbol, pude ver una nueva faceta de mi hijo, que se pasó casi todo el partido en el banquillo, (aclaremos, la mayoría de su grupo son de 7 u 8 años, pero ya le llegará su hora); animando a sus compañeros, cantando los goles... cuando hasta ahora solo se alegraba si los marcaba él. Un salto cualitativo importante, se siente parte de un grupo y empieza a pensar como colectivo. Mucho mejor que la wii o engendros parecidos...
Por otro lado, como padre me sentí orgulloso y contento, no importa que juegue más o menos, lo importante es que viva la experiencia, que la disfrute. Por eso me chocó mucho un padre cerca mía que estaba constantemente dándole gritos a su hijo, todos negativos, e incluso cuando lo sustituyeron, le hizo subir a la grada y le echó una bronca de la leche. Y lo peor, el chiquillo había jugado fenomenal y había marcado dos goles.. eso sí, cometió el pecado mortal de fallar un par de pases... Si me vuelvo así le he dicho a Esther que me de una colleja pero que bien fuerte...
El sábado estuve viendo Mamma Mía, gracias a un sorteo de la AMAPA del Cole ¡la primera vez que me toca algo!.. así que allá fuimos y me encantó. Un espectáculo con mucho ritmo que hacía que en ningún momento decayese el interés.. Me gustó, sobre todo, la pasión de los actores y actrices, esa capacidad para asombrar, alegrar, intrigar y, sobre todo, divertir. Duró casi 3 horas y se nos pasó en un suspiro. Me quedó el pensamiento de que tengo que recuperar la pasión de muchas cosas... la rutina es un poderoso narcótico...
Diario de los pensamientos, ideas y experiencias, de un ciudadano cordobés emprendedor, mileurista y padre del primer mundo
La vara de medir
Mi mujer me compró un peso. Sí, un artefacto que te dice con cruel precisión cuantos kilos te sobran. Y podría decir que lo compró para la casa, que efectivamente se pesaron los niños y ella. Pero la mirada que me echó me decía "a ver si te enteras que estás bien cebado y te pones a hacer algo de dieta y de deporte".
Así que tuve que pasar por la vara de medir y voalá... los 100 kilitos se quedaron clavados como un dedo acusador... me dije a mi mismo "tierra tragamé" y efectivamente con estas hechuras no me extrañaría que un día acabe en las entrañas de la tierra.
A la semana y media después...
Promesas, arrenpentimiento, alcachofas, lechuga (dos veces, joder), miradas tristes al bocata de chorizo del Román.. me peso y jajaja, he perdido 5 kilos. Me veía mejor, más ágil, como que me abrochaban mejor los pantalones, como que habia cambiado mi suerte...
Lo que una maravillosa vara de medir puede hacer, nos esclaviza, nos condiciona, nos obliga, nos acusa, nos aguarda expectante hasta la próxima... y nos ayuda a ser conscientes...
A la semana siguiente volví a pesarme... 78 Kilos... imposible. Resulta que el puñetero peso se había roto... había durado nada, dos semanas (prefiero no decirlo, pero ¿lo habré reventado?).. resulta que me peso en la farmacia de siempre y oh susto, 300 gramos más de aquellos 100 kilos del primer día..
Me siento pesado, los pantalones no me encajan, me cuesta hasta subir las escaleras... Ilusión vana... Al final, hay que recurrir a los clásicos: el hombre es la medida de todas las cosas...
Así que tuve que pasar por la vara de medir y voalá... los 100 kilitos se quedaron clavados como un dedo acusador... me dije a mi mismo "tierra tragamé" y efectivamente con estas hechuras no me extrañaría que un día acabe en las entrañas de la tierra.
A la semana y media después...
Promesas, arrenpentimiento, alcachofas, lechuga (dos veces, joder), miradas tristes al bocata de chorizo del Román.. me peso y jajaja, he perdido 5 kilos. Me veía mejor, más ágil, como que me abrochaban mejor los pantalones, como que habia cambiado mi suerte...
Lo que una maravillosa vara de medir puede hacer, nos esclaviza, nos condiciona, nos obliga, nos acusa, nos aguarda expectante hasta la próxima... y nos ayuda a ser conscientes...
A la semana siguiente volví a pesarme... 78 Kilos... imposible. Resulta que el puñetero peso se había roto... había durado nada, dos semanas (prefiero no decirlo, pero ¿lo habré reventado?).. resulta que me peso en la farmacia de siempre y oh susto, 300 gramos más de aquellos 100 kilos del primer día..
Me siento pesado, los pantalones no me encajan, me cuesta hasta subir las escaleras... Ilusión vana... Al final, hay que recurrir a los clásicos: el hombre es la medida de todas las cosas...
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