Ser honrado es rentable

Comienza la rutina del otoño, que aunque aún no hemos llegado, en realidad ya estamos. Y mi hijo después de comer está entusiasmado con documentales de animales de la 2. Algunas veces los veo con él, cuando el trabajo me lo permite, y prácticamente con variaciones, tiene unas mismas pautas. Algún carnívoro que persigue a su presa, una veces con mayor o menor fortuna, pero siempre ganando el más fuerte. Leyes de la selva...

En esto que llamamos civilización hemos sustituido estas leyes por otras donde los valores y los derechos de todas y todos son lo esencial. No se deshecha al débil, ni se permite que el más fuerte abuse. Estas son las normas, aunque algunos quieran vulnerarlas (bueno para eso está la policía, los fiscales, los jueces y finalmente la cárcel).

Yo pienso que ser honrado es rentable, aunque a veces a corto plazo no se vea.

Y es porque vemos a personas que abusan, que manipulan, que desprecian a los demás y lo hacen de manera impune. O eso creen. Yo pienso que el que juega en la vida a abusar encontrará a alguien que sea más cruel y más listo. Y también pienso que al final del camino de los que cometen delitos está la cárcel. Más temprano que tarde.

Estos días he recibido muy buenas noticias de personas y asociaciones a las que quiero y aprecio que están teniendo importantes éxitos, demostrando que el trabajo bien hecho, el esfuerzo y la valentía tienen resultados. Y es que, ser decente acaba siendo rentable. Es, como se dice en estos tiempos, un valor seguro.

Bajo de energía

Últimamente ando bajo de energía, me lo dice la gente que parece ser me ve un poco apagado. Yo lo de la energía no es algo que me acabe de creer, pero tampoco que rechace (vamos, que me lo creo un poquito).

Es verdad que con el tema de dejar el tabaco, o con las pequeñas maluras que he pasado este mes (salí de una gastroenteritis y me metí en una otitis) seguramente estaré más fastidiado, o quizá por estar bajo de energía ande también bajo de defensas y se me hayan colado estos virus que, por lo general, pasan de largo por mi persona.

O quizá sí que se reflejen mis decepciones, mis frustraciones y mis añoranzas en mi manera de caminar, en el tono o las palabras que utilizo, en el lenguaje no verbal...

Sí que noto que ya no soy el mismo de hace unos años, que no me rio igual ni con tanta frecuencia, que no me alegran tanto las cosas cotidianas. No sé, yo era de los de echarse la manta a la cabeza y palante con lo que sea...

... quizá la vida que te pone copas amargas que cuanto las bebes nada sabe igual...
... quizá la juventud que se pierde y ya no anda uno con los mismos bríos...
... quizá que necesito un "cargador" como el móvil, ¿dónde me venderían uno?...
... quizá necesito un nuevo reto...

Seguiremos a la expectativa, pendiente de las oportunidades y de esa suerte que de vez en cuanto pasa a nuestro lado

Los hombres que no hablaban a los niños

Aprovechando que me han regalado y estoy empezando a hincar el diente a la celebérrima trilogía de Stieg Larsson, tomo prestado el nombre de su primera novela para parafrasear, como título de una reflexión que lleva días rondándome la cabeza.

Quizá porque dejar de fumar no solo te agudiza, o te recupera de las catacumbas, el olfato y el gusto, si no algunas cosas más, estoy últimamente más observador, incluso diría que más estupefacto con lo que me sucede alrededor.

EStos días, con el inicio de la escuela, he podido reencontrarme con muchos niños, hijos de conocidos, compañeros de mi hijo del cole. Y hay algo que me ha llamado la atención, veo muchos niños tristes.

No, no se trata de una situación puntual de fastidio por tener que ir al colegio o de irritación porque me han quitado la pelota en el parque, es una expresión en su cara cuando están pensativos o cuando están observando a los demás.

Voy a aventurarme a realizar una hipótesis, veo niños más tristes cuanta menos comunicación tienen con sus padres, cuanto más desapego muestran. Son muchas las escenas curiosas (y diría que furiosas) que he percibido estos días, padres que lanzan órdenes como cuchillos, niños que apenas responden porque no van a ser escuchados. Y sobre todo, una continua sensación de que cada vez que el niño abre la boca ya me está fastidiando.

Si os fijáis son muchos los adultos, sobre todo hombres, que no se dirigen a los niños, como si no existieran, que no los saludan, que no les hacen el más mínimo gesto que muestre que han detectado su presencia. Como voy con mis hijos a todos lados, lo constato con frecuencia.

Por mi parte, no lo comprendo. A mi me gusta bromear con ellos, preguntarles por como les va en el cole, de que equipo son, a qué les gusta jugar... quizá porque pienso que tienen el secreto de la espontaneidad y la sinceridad que nosotros, los adultos, hace tiempo que hemos olvidado entre tanta tontería. Y lo peor, estamos empezando a rodearlos de tantos valores individualistas y materialistas que cada vez les queda menos margen para sostener su inocente alegría

Un niño mirando atolondradamente una maquinita durante y horas y horas, o la tele, o lo que sea... eso sí, no molesta.. aunque en su mirada se adivine una profunda tristeza

Piensa, es gratis

Viniendo de la estación me he comprado un libro cuyo título me ha resultado interesante: "Piensa, es gratis". Y me ha gustado porque tiene artículos breves con yítulos muy sugerentes. El tipo de lectura que con poca letra te hace pensar mucho.

Apenas he empezado a rascar en las 84 ideas o principios que propone, y que son una amalgama de reflexiones en el ámbito personal y profesional. Ya os iré contando.

Me quedo por ahora con una de las primeras entradas que he leído: la suerte es el azar aprovechado.

Pienso que todos necesitamos del azar, la casualidad, lo fortuito, eso que llama conexión inesperada, y que nos aporta un algo más, nos abre espacios y posibilidades. Una cierta chispa de locura y descontrol en nuestra vidas, que de vez en cuando se nos brinda. Pero claro, para aprovechar el azar debemos estar bien dispuestos, atentos, despiertos, preparados, con fuerza, energía y vitalidad.

No sé que es antes, el huevo o la gallina; si la oportunidad o la energía para llevarla a la práctica; si, como dice en otro principio, los grandes proyectos nos despiertan, nos elevan; o bien hay que estar despierto, fuerte y preparado para comenzar la andadura en un gran proyecto.

Yo soy de los que piensa que aunque no tengas claro donde ir, ve hacia algún sitio. Aunque después tengas que desandar el camino, porque andar te carga las pilas, y estar sentado te embalsama.

Ser emprendedor

La mayoría de las veces que he asistido a una charla de un/a emprendedor/a ha predominado el optimismo, el sentimiento de logro, el orgullo del trabajo conseguido y la visión de que aquello es una aventura excitante.

Como este optimismo es casi diría que inevitable yo siempre introducía, cuando me tocaba a mi fomentar esto de la cultura emprendedora, una transparencia sobre los riesgos de ser emprendedor. En definitiva, qué puedo perder en esto, y que no toda "aventura" acaba como en las películas de Indiana Jones.

Ahora, como emprendedor en activo, sin renunciar a estas emociones intensas de sentir que se está haciendo algo importante, puedo contraponer otras emociones no tan positivas con las que tenemos que convivir, y que por otro lado forman parte de la experiencia completa de emprender.

En primer lugar, tienes una sensación de vértigo, de vacío, de ¿y qué pasa si no lo logro? Este "miedo al fracaso" es natural, yo casi diría que necesario, quien no tiene miedo no percibe los riesgos. Pero no puedes dejar que te atenace, porque si no está estás permanentemente entre dos aguas, y si no echas toda la carne el asador el proyecto no sale.

En segundo lugar, te faltan referentes y tienes que construirlos por tí mismo. La agenda está vacía, no tienes plazos definidos mas allá de las obligaciones ya contraídas con clientes, tienes que automotivarte y autoexigirte, plantearte metas claras y posibles e ir a por ellas. ESto de la automotivación es dificil de prácticar, tenemos hábitos y formas de ser y trabajar que arrastramos y de las que tenemos que limpiarnos para poder avanzar.

En tercer lugar, en la mayoría de los casos te enfrentas a la incomprensión de tu alrededor, ¿por qué no buscar curro (como si lo que hicieras no fuera trabajo)? Esto de tener un sueldo indefinido, y echar muchas horas no se ve como una alternativa interesante al trabajo. Por supuesto, ¡mucho mejor opositar!

Por último, y quizá consecuencia de todo ello, tienes un sentimiento de soledad dificil de describir. Eres tú, con tus sueños, con tus metas, con tu esfuerzo y con tus conocimientos y capacidades.

¡Nadie dijo que las aventuras fueran fáciles! Pero que maravilloso es hacer algo que merezca la pena para nosotros, y no estar en la monotonía de quien no tiene nada que ganarse y nada por lo que pelear.