El muñeco vudú y otros "amigos"


Esta foto es un regalo de la gente de Aosla, en concreto de Ruth, que con mucha gracia me retrata por mis retrasillos en los plazos de la entrega de los contenidos del curso que estamos realizando conjuntamente.

He oído por ahí, mi madre decía cuando era pequeño que se lo decía un pajarito y yo un poco tontorrón me lo creía, que tengo lectores ansiosos esperando que escriba algo sobre asociaciones a las que estuve ligado en el pasado. Pues, como se dice, pueden esperar sentados, ni me interesa hurgar en heridas ni ocuparme de situaciones ya irreversibles, donde tenía que hablar ya hablé y lo que tenía que decir ya quedó dicho.

Eso sí, me resulta curioso que personas enconadas conmigo en el pasado fruto del debate bronco, y por qué no decirlo, de la lucha de poder, ahora pidan disculpas cuando el daño ya está hecho. Bueno, rectificar es de sabios, pero eso no consuela a las víctimas. Espero que, al menos, les sirva de aprendizaje en la vida.

Y es que eso de ser pitoniso nunca me fue bien, siempre me he sentido como Casandra que aunque preconizó el desastre y la caída de Troya, no la creyeron. Y después, saqueada la ciudad y destruida sus murallas, el reconocimiento de "tenías razón" lo único que te proporciona es un escaso consuelo.



Como los hechos son tozudos, paulatinamente irán poniendo a cada uno en su sitio, con lo que mejor dedicarme a otras reflexiones más interesantes.

Todo ello, me lleva a pensar y diferenciar entre dos tipos de personas, las que se vanaglorian de tener muchos enemigos, y los tienen como referentes, como acicate para hacer, avanzar, y en definitiva, como en cualquier juego, ganar; pero no de cualquier manera, si no machacando. Todos los hemos visto de pequeños, seres huraños que no saben perder pero tampoco ganar, que se ríen de los demás pero no con ellos, que quieren ser los mejores pero no para superarse a sí mismos, si no para humillar a otros. Solo así se sienten algo o alguien en comparación con otros, no por sí mismos.

Y aquellos otros que se enorgullecen de tener amigos, personas con las que compartir, con las que aprender, con las que reirse, o con las que simplemente sentirse cercano, a gusto y protegido.

Quizá sea la diferencia entre el depredador y la manada, entre el ser profundamente solitario y la tribu, porque aquellos que así actúan siempre ven en el otro un rival, un enemigo en potencia, alguien de quien servirse o a quien destruir. Otra característica de estas personas es la envidia, siempre quieren ser lo que son otros, siempre quieren tener lo que tienen otros. Ese incorformismo debe ser algo agónico, porque al final del camino no hay nada, mejor dicho, no hay nadie. Solo la indiferencia y un rastro de cadáveres y trofeos vacuos.

No hace mucho una persona que conozco me dijo, "es que te buscar unos enemigos muy chungos", con un cierto tono como de que ¡que guay!... yo le contesté, ni me los busqué, ni los quiero, ni yo los considero enemigos... eso sí, estas personas cuanto más lejos mejor, seguro que hay otros a los que les gusta su juego.

Yo por mi parte, prefiero dedicarme a disfrutar de la vida y ser feliz, con lo que soy y con lo que tengo, sabiendo que todo lo que haga lo haré entre amigos, desde la confianza y desde la lealtad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario