Si paseamos por cualquier supermercado, o por una plaza de mercado y observamos con atención, veremos una extraordinaria variedad de frutas, hortalizas, carnes y pescados accesible para la gran mayoría de la ciudadanía. No nos extraña, ya lo sé, pero esta variedad y calidad está muy por encima de las posibilidades que tenían los reyes del medievo, e incluso me atrevo a decir, nuestro rey Alfonso XIII de principios del siglo XX.
Los avances científicos y las mejoras en la agricultura, los mejores sistemas de transporte y distribución nos aportan una "posibilidad" de alcanzar un nivel de vida alimenticio extraordinario.
Y digo "posibilidad" porque suele pasar que cuando lo tenemos todo acabamos no valorando nada. Aún recuerdo a mi abuelo "rebañando" los platos y comiéndose hasta la última miga de pan, pero claro, el pasó en los 40, como una toda generación lo que significa el hambre, la escasez de casi todo, las ya casi olvidadas cartillas de racionamiento.
Esto me lleva a varias reflexiones, ahora cada vez generamos más basura, tiramos comida y no se nos pasa por la cabeza ni por un segundo que hay otro mundo que se muere de hambre, que no vive en la opulencia como nosotros. Y encima esta basura, junto con otras barbaridades que perpetramos en el planeta para mantener nuestro nivel de vida de reyes, está perjudicando seriamente el planeta (pero bueno, como por ahora pagan estos pobres que yo tenían para comer, sigamos a lo nuestro)
Y en un segundo aspecto, como no lo valoramos, ahora por aquí en vez de disfrutar de esta extraordinaria riqueza y variedad de alimentos, cada vez comemos peor. El sábado en el Mercadona esperaba con mi hijo en la cola y observé la compra de una familia delante con sus dos hijos: cuatro tipos de galletas, dos tipos de helados, sopa instantánea, pizzas preparadas y un largo etc. de cosas que podríamos llamar con justicia "comida basura", atiborrada de grasas saturadas y productos químicos varios, muy perjudiciales a largo plazo para nuestro organismo, que genera obesidad y una subalimentación de vitaminas, hierro, potasio, calcio y un largo etc.
Escuchaba en la radio hace dos semanas una iniciativa ciudadana para concienciar en los colegios a las familias para conseguir una alimentación sana, dieta mediterránea y menos fritos, fruta y menos bollería industrial.
Es para preguntarse seriamente en que tipo de sociedad vivimos y si estamos todos infectados por un virus de estupidez. En cualquier mercado ahora mismo se pueden encontrar cerezas, albarillos, albaricoques, melocotones, melones, manzanas, peras, sandías, etc. ¿es que hay que convencer a la gente para que disfrute de estos privilegiados dones y deje de atiborrarse de porquería grasientas y prefabricadas? Inaudito, pero la respuesta es que sí, claramente, la obesidad infantil es nuestro indicador más claro.
Y además, cada vez cocinamos menos, la cultura culinaria familiar se pierde irremisiblemente, ¿cuántas casas incluyen en su dieta alcachofas, acelgas, espinacas, calabacín...? Y ciudado, en una época con un extraordinario acceso a la información, ahora mismo metéis en google cocinar espinacas y os saldrán seguro 300 recetas interesantes.
Pero no está todo perdido, afortunadamente hay muchas voces, muchas iniciativas, muchas personas empeñadas en cambiar este mundo... en la lucha contra la pobreza, en la conciencia ecológica, en un comercio justo, en fomentar los productos ecológicos, la alimentación sana... en muchas cosas es recuperar el sentido común que perdimos hace mucho tiempo...
Eso sí, tenemos que ser receptivos, ser más ciudadanos para ser más libres. Por ahora, negocio y marketing 10 - Ciudadanía 0.. pero como el Alcoyano, vamos a remontar esto, dennos más tiempo y ya verán
Una recomendación de lectura:
ResponderEliminar'Un planeta de gordos y hambrientos' de Luis de Sebastián, recientemente fallecido, por cierto.
Bueno, un saludito