Mi mayor es muy activo, principalmente físico, desde que tenía un año no para de pegar patadas al balón. Es el primero en los juegos de carrera y tiene una gran agilidad. Cuando tenía tres años nos dijeron que estaba muy adelantado en coordinación psicomotriz (en otras cosas más retrasado, claro, le faltaba reflexión).
Mi hijo mediano en cambio, acabamos de recibir el informe del colegio y nos dicen que está muy adelantado para su edad, que de reconocimiento de colores, números, tiempos espaciales, capacidad de observación está pero que muy avanzado. En cambio, no le gustan las carreras y es muy tímido. Le cuesta relacionarse con niños y niñas de su edad. Lo que no le dije a la profesora es que el niño tiene una tendencia superlativa a ordenar cosas, que ya de un año lo que más le gustaba son las piezas para hacer castillos, y que de tres años hace puzzles de más de 100 piezas. Y bien recuerdo que el mayor a su edad nos decían que se queda retrasado en conseguir puzzles de 30, que se frustraba muy pronto y lo dejaba.
¿Es un problema? Para mi no, destacar en algo significa un talento que hay que explotar y desarrollar... eso sí, habrá que trabajarse también las carencias para llegar a un mínimo que nos permita tener un equilibrio suficiente. Pero parece que existe una tendencia a evitar que se destaque, como si ello pudiera ofender a alguien.
Utimamente existe una corriente de pensamiento que veo cada vez con más fuerza en los análisis, en las tertulias, en los ámbitos educativos y sociales, en la gestión de recursos humanos... y es el igualitarismo. Todos somos iguales y, sencillamente, es una falacia absoluta.
Cada persona es única, tiene sus capacidades, sus talentos, sus carencias, su experiencia personal, sus mochilas y habilidades emocionales... y pensar que para ser justos hay que darles a todos y todas las mismas respuestas es equivocarse de largo. Lo que a una persona la puede estimular a otra la puede hundir, lo que para unas es un logro para otras es un fracaso, lo que para unas es una meta para otras es una crítica...
Es más, no alcanzaremos la misma formación, ni accederemos a los mismos trabajos, ni a los mismos reconocimientos, ni a los mismos salarios... No podemos ser el colmo de la simpatía y de la diplomacia por más cursos de habilidades sociales que hagamos, no podemos ser Messi por muchas horas que nos entrenemos, ni virtuosos de la música, ni premios nobel, etc. etc.
Por eso el sueño americano es un engañabobos, porque el punto de partida es diferente, no todos y todas pueden alcanzar la meta del éxito en los negocios ni en el trabajo porque ni tienen los mismos recursos ni el mismo punto de partida. La supuesta igualdad liberal que está tan de moda últimamente en cadenas de televisión y tertulias de radio nos lleva a la codicia de los que más capacidades y recursos (que no talentos, y por qué no decirlo, los que menos escrúpulos) tienen y a la miseria de aquellas personas más desfavorecidas.
Conozcamos nuestras capacidades y talentos; así como nuestras limitaciones y construyamos sobre eso.. para algunas personas el reto más grande será aprender a leer, para otros ir a la luna.. perdemos si no participamos, o si nos vence la pereza...
Por nuestra parte, fomentamos el deporte en el mayor pero lo combinamos con actividades de aprendizaje y sosiego como el inglés o la música; y la capacidad analítica en el mediano, con que juegue con su hermano a algún deporte y que fomente relaciones interpersonales... y, claro, intentamos que de la interacción de ambos aprendan el uno del otro...
Me pasa a menudo, lo sé, pero no podía estar más de acuerdo contigo. Con lo que yo me quedo de toda tu reflexión es con esa idea que subyace de todo lo que hoy nos entra por los ojos (las cosas, hoy en día, nos entran principalmente por los ojos, casi hemos perdido el resto de sentidos, no sabemos oler, no sabemos oir, y casi hemos olvidado lo que es el tacto; de la pérdida del gusto ya ni hablo) y es eso de la igualdad mal entendida. Digo mal entendida porque lo que hay que perseguir no es ser iguales, sino tener iguales derechos, iguales oportunidades, igual reconocimiento. Ni somos iguales, ni podemos serlo, ni falta que nos hace.
ResponderEliminarReivindico la igualdad desde que tengo conciencia de mí misma. Pero no quiero ser igual a nadie. Quiero ser yo misma. Con mis ventajas y mis inconvenientes. Con mis habilidades y mis torpezas. Me niego a que un estereotipo me explique. No quiero estar en ningún compartimento estanco, ni siquiera para cobrar. Soy tan irrepetible como el resto de mis congéneres.
Creo que nos estamos confundiendo mucho buscando esa igualdad ficticia, que no es otra cosa que uniformidad, unilinealidad, monotonía. La verdad está en la diversidad. Aunque también hay que tomar ese concepto de diversidad con precaución, sin aspavientos y sin monsergas. La diversidad no es otra cosa que el reconocimiento de eso que está detrás de toda tu reflexión: somos diferentes, pero en un mundo de iguales. Pura teoría, de momento. Porque lo de la igualdad, entendida correctamente, como igualdad de derechos y deberes, sólo existe en teoría.
El famoso sueño americano se refiere a las oportunidades. Y sigue siendo una de las mejores reivindicaciones que jamás se hayan planteado. Como idea es la mejor posible: una tierra donde todo el mundo tenga las mismas oportunidades. El hipotético éxito de esa idea pasa por facilitar el acceso a las oportunidades en clave de igualdad. Iguales pero diferentes. Así de complicadamente sencillo, sin más.
Imagino que tú también tendrás curiosidad por saber cuántas piezas de puzzle será capaz de tolerar Lorenzo antes de darse por vencido. Tal vez más de 100, o tal vez menos de 30. Pero, en cualquier caso, nunca será mejor ni peor que cualquiera de sus hermanos. Sólo diferente.
Igualdad de oportunidades no significa dar lo mismo a todas las personas, porque no todos somos iguales.
ResponderEliminarConsidero que debemos crear un espacio de convivencia donde todos y todas tengan un sitio.. y eso es un concepto tribal que choca con el individualismo imparante estos días