Hacer unos días escribía sobre la levedad de esta vida que tenemos, y la necesidad de reflexionar bien qué es lo que se quiere e ir a por ello, eliminando una serie de barreras mentales con las que autolimitamos nuestra libertad.
Ayer por la mañana me fui tranquilamente a mi trabajo, dando un paseito mañanero, y un par de horas después estaba en una camilla con dos enfermeras y un médico encima, poniéndome electrodos para hacerme un electrocardiograma, con depilación gratuita incluida. Afortunadamente no ha sido nada, un vahido por el tremendo calor que hace en la oficina, donde se mezcla falta de sueño, la ansiedad por la fechas, etc. etc.
Como en los toros, me lo tomo como un primer aviso, todo me llama a tomarme un buen descanso, que ha sido un semestre muy denso.
Me voy con los pishas pa cai... hasta septiembre
Diario de los pensamientos, ideas y experiencias, de un ciudadano cordobés emprendedor, mileurista y padre del primer mundo
La muerte
El lunes hace ya cuatro años que vino la muerte a visitarme. Ajeno a ella, apenas había tocado mi micromundo. Sí, habían fallecido mis abuelos, pero eso, aunque doloroso, uno lo racionaliza porque forma parte de la vida, porque los ves agotándose y en cierto modo es una liberación cuando eres consciente de que el tiempo y la vejez les había agotado.
Pero el 27 de julio de 2005 todo cambió. Y de ello vinieron después la necesidad de cambio, las crisis de ansiedad, los pensamientos tristes y las noches en vela. La poderosa e inevitable muerte que ha creado religiones, que ha acabado con genios y tiranos, con pobres y ricos, llamó a mi puerta.
Ese día uno empieza a darse cuenta lo poco que valemos, lo poco que somos, lo insignificante y pasajera que es nuestra vida. Que todos vamos a acabar en algún momento, que la vida está para vivirla, que hay que espabilar porque esto se acaba el día menos pensado.
Aún me cuesta sonreir, la vida es más gris desde que se fue mi niña. Hay que seguir, aunque de vez en cuanto te venzan, como ahora, las lágrimas.
Pero el 27 de julio de 2005 todo cambió. Y de ello vinieron después la necesidad de cambio, las crisis de ansiedad, los pensamientos tristes y las noches en vela. La poderosa e inevitable muerte que ha creado religiones, que ha acabado con genios y tiranos, con pobres y ricos, llamó a mi puerta.
Ese día uno empieza a darse cuenta lo poco que valemos, lo poco que somos, lo insignificante y pasajera que es nuestra vida. Que todos vamos a acabar en algún momento, que la vida está para vivirla, que hay que espabilar porque esto se acaba el día menos pensado.
Aún me cuesta sonreir, la vida es más gris desde que se fue mi niña. Hay que seguir, aunque de vez en cuanto te venzan, como ahora, las lágrimas.
¿Y por qué no?
Entre las leyendas urbanas que corrían, no sé ahora, en mi época de estudiante, hay una que me hace mucha gracia. En un examen de selectividad de filosofía una de las preguntas decía simplemente ¿Por qué? A lo que una alumna avezada respondió ¿Y por qué no? Y la historieta termina poniéndole un 10 en el examen.
Hoy le estoy dando vueltas a ese ¿y por qué no?. Muchas veces autolimitamos nuestra libertad personal con todo un conjunto de argumentos racionales-emocionales-proyectivos (si hago esto va a pasar esto otro) que solamente hablan bien de nuestra prolija imaginación.
No llamo a fulanito porque lo mismo no quiere hablar conmigo... o quizá sí, ¿y por eso no lo vas a llamar? No pido tal cosa porque seguramente me van a decir que no, ¿y qué tienes que perder? No hago tal cosa porque seguro que no funcionaría, ¿seguro, cuánto tiempo le has dedicado a pensarlo?
Y no digo todo esto en tercera persona, a mi me pasa en inumerables ocasiones.
Estos días, mientras estaba imbuido en contabilidades e impuestos de sociedades (que vaya sprint que llevo, aunque acaba el lunes ya lo tengo todo finiquitado. Se nota que ya tengo más tiempo, ¿eh?), he estado pensando en ello.
Hay cosas que me apetece mucho hacer, quiero compartir con determinadas personas algún proyecto o iniciativa, quiero iniciar un proyecto empresarial que está hablado pero que no acabamos de concretar en fechas, quiero terminar un libro que si todo va bien saldrá a la luz en navidades (espero), quiero retomar mis estudios de psicología.. Y no es Año Nuevo, pero siento que cada día estoy mejor de lo mio, y que tengo ganas de coger el toro por los cuernos.
Pero sobre todo, quiero recuperar personas e ideas que están ahí, que son (al menos para mí) muy interesantes y motivadoras. Y por mi parte no quedará... En cambio hay otra gente de la que hace tiempo no sé nada (precisamente por eso del ¿y si...?), y que sinceramente me apetece volver a tener una cercanía, con el plus de una historia compartida, de un conocimiento y reconocimiento mutuo.
¿Y por qué no? En esta vida encontrar personas que valgan la pena no es tan fácil...
y yo he tenido la suerte de encontrar un puñado de ellas..
Es mucho peor arrepentirse por lo que no se ha hecho, que equivocarse. Contemplar la vida no es lo mismo que vivirla...
Eso sí, después del mes de agosto que aquí el menda se va a la playita huyendo de este calor insoportable de mi Córdoba.. ¿y no haré nada? Bueno, lo confieso, me llevaré mi portatil y ya tengo un par de cosas en mente, jeje
Hoy le estoy dando vueltas a ese ¿y por qué no?. Muchas veces autolimitamos nuestra libertad personal con todo un conjunto de argumentos racionales-emocionales-proyectivos (si hago esto va a pasar esto otro) que solamente hablan bien de nuestra prolija imaginación.
No llamo a fulanito porque lo mismo no quiere hablar conmigo... o quizá sí, ¿y por eso no lo vas a llamar? No pido tal cosa porque seguramente me van a decir que no, ¿y qué tienes que perder? No hago tal cosa porque seguro que no funcionaría, ¿seguro, cuánto tiempo le has dedicado a pensarlo?
Y no digo todo esto en tercera persona, a mi me pasa en inumerables ocasiones.
Estos días, mientras estaba imbuido en contabilidades e impuestos de sociedades (que vaya sprint que llevo, aunque acaba el lunes ya lo tengo todo finiquitado. Se nota que ya tengo más tiempo, ¿eh?), he estado pensando en ello.
Hay cosas que me apetece mucho hacer, quiero compartir con determinadas personas algún proyecto o iniciativa, quiero iniciar un proyecto empresarial que está hablado pero que no acabamos de concretar en fechas, quiero terminar un libro que si todo va bien saldrá a la luz en navidades (espero), quiero retomar mis estudios de psicología.. Y no es Año Nuevo, pero siento que cada día estoy mejor de lo mio, y que tengo ganas de coger el toro por los cuernos.
Pero sobre todo, quiero recuperar personas e ideas que están ahí, que son (al menos para mí) muy interesantes y motivadoras. Y por mi parte no quedará... En cambio hay otra gente de la que hace tiempo no sé nada (precisamente por eso del ¿y si...?), y que sinceramente me apetece volver a tener una cercanía, con el plus de una historia compartida, de un conocimiento y reconocimiento mutuo.
¿Y por qué no? En esta vida encontrar personas que valgan la pena no es tan fácil...
y yo he tenido la suerte de encontrar un puñado de ellas..
Es mucho peor arrepentirse por lo que no se ha hecho, que equivocarse. Contemplar la vida no es lo mismo que vivirla...
Eso sí, después del mes de agosto que aquí el menda se va a la playita huyendo de este calor insoportable de mi Córdoba.. ¿y no haré nada? Bueno, lo confieso, me llevaré mi portatil y ya tengo un par de cosas en mente, jeje
Salir de la parálisis, reflexiones sobre la crisis
Esto de la crisis tiene a todo el mundo en parálisis o, mejor dicho, con miedo a gastar (está subiendo la tasa de ahorro) ante las expectativas negativas sobre el futuro (ya me lo decía uno de mis profesores de empresariales, al final la economía funciona por cuestiones psicológicas), los bancos tampoco prestan, pues temen un futuro con mayores impagos; y las empresas no invierten porque temen que la crisis caiga sobre su sector, si no ha caído ya, o bien porque no pueden porque no tienen líquidez, precisamente por lo anteriormente mencionado de las entidades financieras.
No somos conscientes de que esto no hará más que agravar las cosas, convirtiendo todo ello en profecías de autocumplimiento; y que aunque nos parezca que no nos afecta a todos nos acabará alcanzando, bien porque tendremos menos servicios de educación, sanidad, etc., bien porque se congelarán salarios, bien porque habrá que replantearse las pensiones o la edad de jubilación (ya se está hablando de los 70 añazos). Decisiones individuales y empresariales tienen a largo plazo, consecuencias para todos.
Y esto es así porque no somos una sociedad emprendedora, y el miedo puede más que la aventura, y el ser funcionario es el sueño de todos.
De hecho, a pesar la crisis, ¿qué medidas ha propuesto el Gobierno para incentivar la creación de empresas y empleo? CERO. Dinero para subvencionar obra pública, dinero para subvencionar más paro, dinero para subvencionar sectores en crisis... y poco más.. de crear empleo nada de nada, y así nos va.
¿Podemos hacer nosotros algo? Emprendemos, generemos aunque estemos en desempleo pequeñas iniciativas de autoemprendimiento, generemos actividad y empleo, aunque sea poco, aunque no sea casi nada...
Un ejemplo, este año las Escuelas de Verano que montamos han estado regular, tirando a regular-mal, vamos a sacar un beneficio más bien escaso; pero yo no estoy desanimado, más bien: 1. Estamos ofreciendo un servicio a la comunidad educativa y al barrio que necesitan muchas familias; 2. Estamos generando empleo aún temporal, es tiempo efectivo de trabajo; y ello provoca dos consecuencias adicionales: generamos impuestos que ayudan a sostener todos los servicios e inversiones públicas y la retribución de salarios permite a los trabajadores tener más poder adquisitivo, que a su vez sirve para comprar otras cosas, que igualmente genera más empleo y más poder adquisitivo en otras personas... en una rueda positiva de actividad y empleo.
No lamentes en tu casa que no tienes trabajo.. ¿qué sabes hacer? ¿qué puedes ofrecer?
No somos conscientes de que esto no hará más que agravar las cosas, convirtiendo todo ello en profecías de autocumplimiento; y que aunque nos parezca que no nos afecta a todos nos acabará alcanzando, bien porque tendremos menos servicios de educación, sanidad, etc., bien porque se congelarán salarios, bien porque habrá que replantearse las pensiones o la edad de jubilación (ya se está hablando de los 70 añazos). Decisiones individuales y empresariales tienen a largo plazo, consecuencias para todos.
Y esto es así porque no somos una sociedad emprendedora, y el miedo puede más que la aventura, y el ser funcionario es el sueño de todos.
De hecho, a pesar la crisis, ¿qué medidas ha propuesto el Gobierno para incentivar la creación de empresas y empleo? CERO. Dinero para subvencionar obra pública, dinero para subvencionar más paro, dinero para subvencionar sectores en crisis... y poco más.. de crear empleo nada de nada, y así nos va.
¿Podemos hacer nosotros algo? Emprendemos, generemos aunque estemos en desempleo pequeñas iniciativas de autoemprendimiento, generemos actividad y empleo, aunque sea poco, aunque no sea casi nada...
Un ejemplo, este año las Escuelas de Verano que montamos han estado regular, tirando a regular-mal, vamos a sacar un beneficio más bien escaso; pero yo no estoy desanimado, más bien: 1. Estamos ofreciendo un servicio a la comunidad educativa y al barrio que necesitan muchas familias; 2. Estamos generando empleo aún temporal, es tiempo efectivo de trabajo; y ello provoca dos consecuencias adicionales: generamos impuestos que ayudan a sostener todos los servicios e inversiones públicas y la retribución de salarios permite a los trabajadores tener más poder adquisitivo, que a su vez sirve para comprar otras cosas, que igualmente genera más empleo y más poder adquisitivo en otras personas... en una rueda positiva de actividad y empleo.
No lamentes en tu casa que no tienes trabajo.. ¿qué sabes hacer? ¿qué puedes ofrecer?
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